Durante años, como padres, hemos intentado educar a nuestros hijos con una serie de medidas de prudencia que nos parecían oportunas: hemos luchado porque haya sólo una tele en casa, hemos procurado controlar los horarios de juego en la videoconsola o el ordenador, hemos procurado que se conectaran a internet con un horario e instalar un sistema de filtro para los contenidos web que queremos que no vean nuestros hijos. Y ahora, llegan los teléfonos y tiran a perder tooodos esos criterios educativos. Tenemos que pensar, no solo si nuestros hijos pueden llevar o no un móvil de 500 euros en el bolsillo sino también si es adecuado o no lo que pueden hacer con él.