«Queremos que nuestro hijo crezca sin preocupaciones, que ya la vida presentará dificultades. Mientras podamos, le ahorraremos cualquier sufrimiento”. El problema fue que esta excesiva preocupación por aliviarle hasta la contrariedad más pequeña, hizo que su hijo creciera como una flor de invernadero y se convirtiera en un eterno Peter Pan: inmaduro, incapaz de tomar decisiones y afrontar los normales obstáculos de la vida. Es bueno que los padres pongan dificultades a los hijos desde pequeños: que coman de lo que no les gusta, se responsabilicen de encargos en casa, hagan las tareas del colegio solos, solucionen sus pequeños problemas con los amigos. Así se acostumbran a sacar lo mejor de ellos mismos y forjan una personalidad segura y responsable. Esos pequeños sufrimientos les hacen mucho bien de cara al futuro.